Bajo el capó de un W124 Mercedes alojó un V8 de 5 litros con 326 CV, por supuesto atmosférico. Exteriormente se diferenciaba del resto de la gama por llevar unas nuevas llantas de 16 pulgadas con unos neumáticos de medida 255/55 ZR 16 y un mayor ancho de vías, que obligaron a ensanchar los pasos de rueda y modificar los aletines. Por delante nos encontrábamos con un faldón aerodinámico con los faros antiniebla encastrados.
En su interior los ingenieros de Mercedes sustituyeron el enorme volante por uno de dimensiones más razonables. El asiento posterior estaba diseñado para dos pasajeros por exigencias del voluminoso túnel de transmisión, pues era un modelo de propulsión.
Sólo con girar la llave de contacto nos percatábamos de lo que se encontraba dentro del capó delantero: ausencia de vibraciones y silencio absoluto. Este poderoso V8 atmosférico iba asociado a una caja de cambios automática de cuatro velocidades con dos modos distintos de conducción: económico y deportivo. Para circular con tráfico lento era aconsejable colocar la palanca en tercera marcha independiente del modo de conducción, así se evitaba que el mecanismo cambiase constantemente entre tercera y cuarta. La dirección era muy suave, aunque su amplio radio de giro no hacía de él un vehículo muy adecuado para callejear.
Salgamos de la urbe y plantémonos en una autopista, que era su territorio natural. El coche aceleraba como una bala, una vez recorridos los 1.000 metros habíamos alcanzado ya los 200 km/h. Si seguíamos pisando el acelerador la aguja del velocímetro subía como una posesa hasta los 250 km/h, velocidad que estaba limitada electrónicamente, ya que podía superar sin problemas los 270 km/h.
Podemos imaginar que las recuperaciones y los adelantamientos eran fulgurantes. En la siguiente información resumida podemos hacernos una idea de sus prestaciones: de 0 a 100 km/h: 6,4 segundos; 1.000 metros salida parada: 26,4 segundos; recuperación de 80 km/h a 120 km/h en 4ª: 4,0 segundos.
El chasis también sufrió modificaciones respecto a los demás W124. Delante llevaba el tren del Mercedes-Benz 500SL, y detrás disponía de un eje independiente multibrazo con sistema de suspensión autonivelante que permitía que ésta trabajara en condiciones óptimas independientemente del peso. Para redondear su comportamiento también iba equipado con el sistema antipatinamiento ASR, controlando el vehículo en situaciones comprometidas. Además se consiguió un reparto de pesos de 50/50, con lo que su comportamiento era de lo más neutral. Si te pasabas pisando el acelerador el ASR se encargaba de mantenerte en tu sitio.
Nos encontramos pues con una gran berlina en la que cuatro adultos podían viajar con su equipaje con total comodidad y en silencio absoluto independientemente de la velocidad, algo que era común en estos modelos de la estrella. El conductor se acoplaba perfectamente en su puesto gracias a los numerosos reglajes de asiento y volante (opcional). Pero no solamente parecía una alfombra voladora rodando por vías rápidas; en carreteras secundarias con curvas sorprendía por su relativa agilidad -pesaba más de 1.700 kg- y todo ello debido al compromiso y equilibrio acertado de su suspensión, firme y confortable al mismo tiempo, una dirección con un funcionamiento perfecto y unos frenos potentes e incansables, con un ABS bastante permisivo.
Era un coche de fabricación casi artesanal, ésta era una de las razones de su elevado precio. A nivel de equipamiento de serie llevaba entre otras cosas faros antiniebla, aire acondicionado, asientos delanteros regulables eléctricamente, cierre centralizado, elevalunas eléctricos… Sus opciones, como buen Mercedes, eran interminables: tapicería de cuero, ordenador de viaje, airbag de conductor, de copiloto, guantera en madera, techo solar eléctrico, frigorífico en maletero, climatizador automático, alarma, cortinilla trasera eléctrica…
Como dato curioso su nivel sonoro a 140 km/h era de 69,1 dB, bastante, bastante silencioso
Los peros carecían de importancia cuando se estaba dispuesto a pagar 81.340 euros de la época sin equipamiento opcional. Sus consumos eran elevados en términos absolutos, de unos 17 l/100 km por ciudad, 14 l/100 km a 120 km/h, y a velocidades alemanas, pongamos 180 km/h, subía a 18 l/100 km. Por carreteras convencionales y pisando el acelerador sin piedad se superaban los 21 l/100 km.
También podría ser una peguilla la disminución de su altura libre en 20 mm respecto al clase E convencional, con lo que había que tener cuidado con los bordillos y las entradas/salidas de los garajes.
Este modelo se montó en la planta de Porsche en Zuffenhausen (Alemania), ya que en su desarrollo se colaboró con el departamento técnico de Porsche, aunque su mayor colaboración fue el permitir en su planta su montaje artesanal, aportando Mercedes los materiales y piezas a excepción de las piezas modificadas, que eran realizadas por Porsche.
Esto era debido a que la planta de Mercedes de Sindelfingen, donde se montaban los W124 convencionales, estaba muy saturada. En esta planta solo se realizaban las operaciones de pintura y el último control de calidad del vehículo. Nos encontrábamos pues con la colaboración de dos de los fabricantes más avanzados del mundo, obteniendo un producto superlativo.
Fuente: Espirituracer.com