La discreción nunca fue tan rápida
En 1993 recibió el tren de frenado de mayor calibre del Mercedes 600 SL.
Mercedes se propuso a finales de los 80 construir una de las berlinas más rápidas del momento, pero con la habitual discreción de la mejor época de Mercedes. Bajo su capó se podía encontrar un V8 atmosférico de cinco litros de cilindrada, un motor similar en cilindrada al V8 de los Mercedes 500 SL, pero construido con un cigüeñal común a una nueva familia de propulsores dotados de inyección electrónica de Mercedes. Este nuevo cigüeñal permitía que este propulsor otorgase al 500 E un centro de gravedad más bajo que el 500 SL.
Mediante la inyección electrónica Bosch LH-Jetronic y una cuidadosa puesta a punto, se consiguió que este V8 arrojase nada menos que 326 CV a 5.700 rpm en el año 1990. Asociado a una caja de cambios automática – también derivada del 500 SL, junto a su equipo de frenado – esta berlina era capaz de hacer el 0 a 100 km/h en sólo 6,1 segundos. Quizá no impresionen estas cifras actualmente, pero hablamos de una berlina estrenada cuando algunos de los aquí presentes aún estábamos tomando biberones y potitos.
La velocidad punta de esta superberlina era de 250 km/h, limitada por electrónica. Sin el limitador, se habla de que los coches superaban los 280 km/h. Estéticamente se diferenciaba de otros Mercedes W124 por un tren de rodaje más bruto. El ancho de vías era superior y montaba neumáticos de altas prestaciones. Por ello, los pasos de rueda fueron ensanchados y se instalaron unos paragolpes ligeramente más deportivos, pero igual de discretos que el resto del coche. Tenía de serie lavafaros, otro ligero rasgo distintivo.
En el interior nos encontrábamos el habitual lujo y la calidad de Mercedes de la época. Verdadera calidad que aún hoy en día luce como entonces. Porsche participó como partner en el desarrollo del coche, con la idea de que ambas empresas aprendiesen de sus métodos de producción. Por fortuna para Porsche, cuya situación financiera era realmente desesperada a principios de los años 90 – estuvo al borde de la quiebra. Porsche también participó en la puesta a punto de este coche y era la empresa que lo ensamblaba, casi al completo.
Mercedes suministraba los componentes a Porsche y en Zuffenhausen juntaban las piezas del puzzle. A Mercedes le venía bien usar de esta manera las capacidades de Porsche, ya adaptada a modelos de bajo volumen. La totalidad de las 10.479 unidades salieron de las líneas de Zuffenhausen, con un código interno propio. Una pequeña tirada de unidades – sólo 45, llamadas E 500 Limited – equipaban el 6.0 V8 de 376 CV del Mercedes E 60 AMG, convirtiéndolas en auténticos lobos con piel de cordero. Opcionalmente, Porsche aumentaba la potencia de ese V8 hasta los 399 CV.
El coche se benefició a mitad de su ciclo de vida del lavado de cara de los Mercedes W124, y su denominación cambió a Mercedes E 500, aunque nada cambió en la mecánica o prestaciones del coche.
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